No me arrepiento de la tremenda infidelidad que cometí aún. Es que durante toda esa noche todo fue cuestión de risas, anécdotas, discusiones hermosas, comentarios burlesco-chistosos, y cerré con broche de oro metiendo un gol de media cancha jamás imaginando que lo haría. Durante todo esto, no me acordé por nada del mundo de Jova ni de mi hijo. Sé que eso está mal, pero a la vez, me sentí bien, puesto que cada vez que pienso en ellos me tortura la idea del tener que mantener a alguien más no pudiendo ni mantenerme a mí mismo.
Voy a la casa de Jova por la tarde, recordando la infidelidad sexual pero sin remordimiento. Llego de lo más normal, y me abre la hermana de Jova, me dice que pase al cuarto, entro al cuarto, y de pronto me encuentro con la sonrisa más hermosa del mundo, me doy cuenta de lo hermosa que es Jova, qué bella se la ve echada en su cama con su chompa amarilla y el cabello suelto y sonriendo al verme. Entonces me viene un cargo de conciencia espeluznante. La veo tan hermosa, que siento que me enamoro de ella. Es una persona que me quiere tanto… cómo pude haberla fallado. Por más desperfectos personales que tenga, ella nunca me haría daño ni me jugaría tan bajo como yo le jugué, otro motivo más para decir que soy una triste caca.
Como triste caca que soy, ese día la traté como una reina, tratando de compensar la ninguneada que le atravesé a sus espaldas.
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